martes, 17 de diciembre de 2013

La vida de Tino Martín

La vida de Tino Martín cambió el día que él mismo quiso que así fuera. Era un chico joven, viviendo una existencia rutinaria. Trabajaba en aquello para lo que había estudiado y trataba de no salirse demasiado del tiesto. Siempre hacía lo que se esparaba de él.
Tino Martín era un chico más. Había muchos como él. Era alto, joven, bien parecido con su pelo moreno siempre bien peinado, sus ojos castaños y una pequeña boca que no decía nada más allá de lo conveniente.
Tenía un trabajo aburrido. Tenía una novia aburrida. Tenía una familia aburrida. Tenía unos amigos aburridos. Hasta él mismo era aburrido. O al menos, es lo que parecía.
El problema que tenía Tino Martín, es que él no era aburrido. Tenía sueños. Era un muchacho muy imaginativo. Quería viajar, ver el mundo que le rodeaba. El mundo de verdad.
Tino Martín se comportaba como se esperaba de él, no como era de verdad. Pero eso iba a cambiar, aunque él aún no sabía nada...
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miércoles, 4 de diciembre de 2013

A modo de canción

Había una vez un niñito pequeñito. Un niñito pequeñito que no sabía caminar...
Pasaron un, dos, tres... cuatro, cinco, seis semanas...
Y aquel niñito que no sabía caminar, aquel niñito caminó...
Y no sólo caminó, si no que caminó y caminó... y dio la vuelta al mundo, y volvió al mismo lugar del que partió.

jueves, 21 de noviembre de 2013

La mala suerte

Catia se preguntaba una y otra vez por qué tenía tanta mala suerte.
Catia trataba de ser una buena niña, aunque era cierto que no siempre se portaba bien. A veces, cuando su mamá la llamaba, ella se hacía la distraída.
Catia intentaba portarse de forma correcta, aunque era cierto que no siempre lo conseguía. A veces, cuando su papá quería jugar con ella y no le apetecía, se hacía la distraída.
Catia tenía muchos juguetes, pero no todos le gustaban, aunque la verdad es que no le gustaba ninguno. A veces, cuando su abuelita le regalaba uno, ella se hacía la distraída.
Por estos motivos, Catia no entendía por qué tenía tanta mala suerte.
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miércoles, 6 de noviembre de 2013

el niño mimado

Jin-kae-woo era un niño mimado.
Jin-kae-woo recibía todo lo que quería siempre que quería.
Jin-kae-woo se aprovechaba de que sus padres siempre estaban fuera. Por esos se portaba mal.
En realidad, Jin-kae-woo echaba de menos a sus padres. Por eso se portaba mal. Por eso siempre quería cosas. Por eso era un niño mimado.
Un día, Jin-kae-woo les pidió a sus padres que pasasen más tiempo en casa. Les dijo que les echaba de menos. Les dijo que les quería mucha. Les dijo que no se separasen nunca de él.
Es día, los padres de Jin-kae-woo descubrieron lo importante que era estar cerca de su hijo. Lo importante que era su hijo para ellos. Lo mucho que le querían.
Los padres de Jin-kae-woo y Jin-kae-woo ya no se separaron nunca más.

jueves, 24 de octubre de 2013

El niño rico

Cuando el niño rico salía a jugar, dejaba todo por el suelo.
Cuando el niño rico comía, no tenía cuidado con la comida. Lloraba si no le gustaba algo y no se lo comía. Tiraba migas al suelo y escupía en la mesa.
Cuando el niño rico no quería dormir, molestaba a toda la gente de su casa.
Cuando el niño rico no quería algo, lloraba y lloraba con fuerza para llamar la atención.
Cuando el niño rico no estaba de acuerdo, siempre se salía con la suya.
Cuando el niño rico estropeaba cualquier cosa, siempre echaba la culpa a los demás.
Y siempre, siempre era culpable la sirvienta pobre. La que le limpiaba lo que ensuciaba, recogía lo que tiraba y se culpaba de lo que el niño rico hacía mal.
CONTINUARÁ...

miércoles, 9 de octubre de 2013

Quico y Paco y las cacas

Quico era un perrito que siempre se portaba bien. Cuando salía a la calle y hacía caca, siempre esperaba que su mamá las recogiese para tirarlas en su sitio.
Sin embargo, Paco siempre salía corriendo y le daba igual todo. A su mamá apenas le daba tiempo a recoger.
La mamá de Quico y Paco siempre les decía que no había que dejar las cacas en la calle, pues alguien las podía pisar y resbalarse o untarse los zapatos.
Un día, Paco hizo caca en la calle y salió corriendo. Su mamá le pidió que volviese a esperar a que la recogiera, pero no hizo caso. Entonces, la mamá de Quico y Paco decidió seguir el paseo con los dos sin decir nada y dejar la caca allí.
A la vuelta, Paco iba muy contento sin fijarse en nada. Quico fue más cuidadoso. Paco no se dio cuenta y pisó su propia caca y cayó al suelo. Se puso muy triste y estuvo llorando un rato.
Al final, su mamá le calmó, le acunó y le limpió la caca de la pata. Y Paco ya siempre fue mucho más tranquilo y cuidadoso cuando hacía caca en la calle, pues entendió los problemas que esta puede ocasionar a los demás.

miércoles, 2 de octubre de 2013

Me he caído

Hoy Lucas ha salido a pasear con su papá.
Lucas está muy contento y se lo está pasando muy bien en el paseo.
Pero su papá está preocupado porque Lucas va corriendo a todas partes y está siendo poco cuidadoso:
- ¡Cuidado hijo, no te subas ahí!
¡CRASH!
Lucas se ha caído y está llorando.
Su papá le ayuda a levantarse y le cura una herida que se ha hecho en la rodilla. Luego le abraza y le da muchos besos para que se sienta mejor.
- Lo siento papá. La próxima vez seré más cuidadoso - dice Lucas.
Y los dos prosiguen su paseo con una radiante sonrisa.

martes, 17 de septiembre de 2013

Quico y Paco en la calle

A Quico le gustaba mucho jugar. Si por el fuera, siempre estaría en la calle.
Sin embargo, Paco, que también disfrutaba mucho jugando, prefería hacerlo dentro de casa.
Así, Quico y Paco nunca se ponían de acuerdo. Uno siempre quería salir. El otro siempre quería quedarse. Y se acaban enfadando.
Un día, su mamá les dijo:
- Quico, quédate un ratito con Paco aquí dentro y juega con él.
A Quico no le gustó mucho la idea, pero al final, a regañadientes, lo hizo, y al final se divirtió. Luego, quiso salir a la calle a jugar una vez hubieron terminado de jugar dentro de casa. Pero Paco no quería. Entonces, su mamá les dijo:
- Paco, Quico se ha quedado dentro a jugar contigo. Ahora, sal tú un ratito a la calle con él.
A Paco no le gustó la idea, pero al final lo hizo, y también se divirtió.
Al final del día, su mamá les dijo a los dos:
- ¿Véis? Habéis jugado los dos un ratito fuera y otro dentro. Lo habéis pasado bien y os habéis divertido.
Y Quico y Paco se dieron cuenta de ello y ya no se volvieron a enfadar por jugar dentro o fuera.

jueves, 5 de septiembre de 2013

El viaje de Annand

Annand era un niño de seis años al que le encanta viajar.
A Annand le encanta conocer otras gentes, otras culturas, otras razas y otros lugares.
Annand no tiene problemas a la hora de jugar con otros niños. A él le da igual el color de su piel, la ropa que lleven o el lugar del que provengan.
Pero al papá de Annand no le pasa lo mismo. Su papá no quiere que juegue más que con niños que usan ropa cara y tienen la piel del mismo color que él.
Un día, Annand y su papá iban en coche por un puente. Estaba lloviendo mucho y la calle estaba llena de agua. Había tanta agua que el puente se rompió. El coche cayó a un río que pasaba por debajo y comenzó a inundarse. Annand y su papá se subieron al techo, pero no podían moverse de él, porque la corriente era muy fuerte. Entonces, a Annand se le ocurrió una idea:
- Papá, ¿por qué no llamas al papá de mi amigo Maurice? Ellos viven muy cerca de aquí. Tal vez puedan ayudarnos.
El papá de Annand no lo tuvo muy claro. Sabía que Maurice era pobre y de otra raza. Pero al ver que no paraba de llover, el agua subía cada vez más y nadie venía a rescatarles, finalmente le llamó.
El papá de Maurice vino con una cuerda, la ató a un árbol cercano y cruzó el río. Primero rescató a Annand. Luego a su papá. Después les dio cobijo en su casa. Les ofreció toallas, mantas, sopa caliente y el mejor rincón de la casa, junto al fuego.
A partir de ese momento, el papá de Annand no volvió a tener problemas con la raza, nacionalidad, ropajes o idiomas de los amigos de su hijo. Ni tampoco con los suyos.

miércoles, 24 de julio de 2013

Quico y Paco de viaje

A Paco le enfadaba mucho que Quico se fuese y se alejase de él. Pero nunca se lo decía.
Cuando Quico estaba cerca, Paco era feliz.
Pero a veces, Quico necestiaba irse solo un poco. Él era el mayor de los dos perritos. Se encargaba de la casa, de la comida, de la ropa...
Un día, Quico tuvo que irse más tiempo de lo normal. Y esto enfadó mucho a Paco.
Paco estuvo días sin hablarle a Quico. Y por más que Quico intentaba explicar los motivos, Paco no salía de su enfando.
Así que Quico decidió dejar de salir.
Pero unos días después, la casa estaba más sucia y no había productos de limpieza. La comida era cada vez más escasa. La ropa estaba estropeada...
Entonces Paco se dio cuenta de lo importante que era que Quico saliese a hacer cosas por el bien de los dos. Y que pese a que a él no le gustaba estar sin Quico, tenía que aceptar que ciertas cosas que no te gustan, al final hacen que seas aún más feliz pues son necesarias.

domingo, 31 de marzo de 2013

Quico y Paco

Quico y Paco eran dos perritos que querían mucho a su mamá.
Quico era dulce y bueno, pero no demasiado cariñoso, así que no siempre demostraba su amor.
Paco era revoltoso y travieso, pero siempre quería que su mamá le abrazase y le quisiese, y no le gustaba que ella hiciese eso con otros. Lo quería todo para él.
La mamá de Quico y Paco trataba de actúar igual con los dos, pero ellos, no siempre estaban contentos.
Quico muchas veces quería que le dejase en paz, mientras que Paco quería más y más.
Al final, su mamá no sabía como actúar. Quico siempre quería estar a su aire, mientras que Paco quería más y más. Y se puso triste.
Cuando Quico y Paco vieron que su mamá estaba muy triste, decidieron que no les gustaba verla así.
Así que se pusieron de acuerdo. Quico iba a ser más cariñoso con ella, y Paco menos celoso.
Y la mamá se puso muy contenta, y los tres vivieron muy felices.

domingo, 24 de febrero de 2013

Lord Charles Smith

Lord Charles Smith tenía ocho años. Era un niño nacido en el seno de una gran familia británica del siglo XIX. Los Smith, adinerados, respetados y temidos por todos.
Lord Charles Smith lo tenía todo. Dinero, sirvientes, juguetes, educación... Pero no era un niño feliz. Su mirada era triste y melancólica.
Lord Charles Smith lloraba constantemente. Nadie sabía por qué. Era un niño solitario. Y su madre se preocupaba y se consumía. Y su padre se enfurecía.
Lord Charles Smith tenía una madre buena y cariñosa. Una mujer generosa y amable. Y tenía un padre ambicioso y poderoso. Un hombre iracundo y rabioso. Un ser que lo quería todo. Quería tenerlo todo y que los demás no tuvieran nada.
Lord Charles Smith vivía en una gran mansión, pero a él le sobraba demasiado espacio. Vivía rodeado de gente, pero se sentía solo. Sentía el amor de su madre, pero también la ira de su padre.
Lord Charles Smith era un niño extremadamente sensible. Sentía dolor. Pero no era físico. El dolor estaba en su corazón. En su mente. En su alma.
Lord Charles Smith no era feliz. Y no era feliz porque su madre no era feliz. No era feliz porque su padre era un ser iracundo que hacía a los demás infelices. No era feliz porque toda la gente a su alrededor no era feliz. No era feliz porque había demasiada gente en su mundo que no era feliz.
Lord Charles Smith tuvo que ir una mañana al cementerio. Su padre había muerto. Él heredó mucho dinero. Un dinero ganado con la ira de su padre y las lágrimas de su madre.
Entonces, por fin, Lord Charles Smith sonrió. Por fin iba a ser un poco más feliz porque ese dinero iba a servir para algo.
Lord Charles Smith compartió toda su fortuna con aquellos que más lo necesitaban. Con los que habían sufrido la ira de su padre. Con los que habían sufrido la maldad del mundo. Con los que habían sufrido la necesidad de comer cuando no tienes que echarte a la boca.
Lord Charles Smith sonrió. Fue un poco más feliz porque pudo hacer un poco más feliz a un poco más de gente.

lunes, 11 de febrero de 2013

El juguete

Pablo tenía cuatro años.
Un día, su papá le quiso sorprender con un bonito camión de juguete. Pero a Pablo no le gustó el regalo, así que lo tiró al suelo.
El camión se rompió en pedazos, pero el abuelo de Pablo los recogió y los guardó.
Otro día, su mamá le dio otra sorpresa. Le regaló un precioso peluche. Pero a Pablo no le gustó el regalo,así que lo tiró al suelo.
El peluche se manchó, pero el abuelo de Pablo lo recogió y lo guardó.
Varios días después, su abuela le quiso sorprender. Le regaló una bonita cocinita. Pero a Pablo no le gustó el regalo, y lo lanzó por la ventana.
La cubiertos de la cocinita se desperdigaron, pero el abuelo de Pablo los recogió y los guardó.
Tras muchos días, el abuelo le quería hacer un regalo. Era un muñeco viejo y raído. Un muñeco que a Pablo le encantó. Pero también era un muñeco que Pablo no podía tener.
Pablo estaba muy enfadado. No sabía por qué no podía tener aquel juguete, hasta que llegó a su habitación y se encontró con una caja. Eran todos los regalos que había despreciado. Y todos estaban arreglados y limpios.
Entonces, Pablo entendió por qué no podía tener aquel muñeco. Así pues, cogió todos aquellos juguetes, y con mucho cuidado, los fue guardando y colocando en armarios y estanterías de su habitación.
Cuando Pablo llamó a su abuelo para que lo viera, este, muy contento y orgulloso, le regaló a Pablo aquel muñeco viejo y raído.